Un texto de María García Eloy.
Según Arcipreste de Hita, esta es la historia de don Carnal y doña Cuaresma.
Don Carnal, hombre mundano y amante de los placeres, es retado por doña Cuaresma a sostener una batalla que tendrá lugar al cabo de una semana; el reto ha sido lanzado el jueves anterior al día que se conoce como Miércoles de Ceniza. Una vez cumplido el plazo, don Carnal y su ejército de bueyes, cerdos, gallinas, becerros y cabras se enfrentan en campo abierto a doña Cuaresma y su legión de vegetales y mariscos.
(Un extracto de la lucha encarnizada, por la carne, claro):
El primero en herir a Don Carnal es el puerro, a continuación lo hacen la sardina, las anguilas y las truchas. El atún hiere a don Tocino; los cazones a las perdices y capones; la merluza, al puerco. Las langostas golpean después a Don Carnal junto con los sábalos y los albures; la nutria a las carnosas gentes y el delfín al buey. El tollo da al puerco y al lechón y el pulpo a los pavones, faisanes y cabritos; las ostras a los conejos y los cangrejos a la liebre. El congrio y el salmón golpean de nuevo a Don Carnal, y lo remata la ballena. Los restos del ejército de Don Carnal huyen y la cecina y el tocino acaban colgados. La batalla termina con la contundente victoria de doña Cuaresma y con Don Carnal en prisión y custodiado por el Ayuno.
Por supuesto, gana la batalla doña Cuaresma y se impone la prohibición de tomar pescado y la prohibición de la carne durante toda la Semana Santa. Hasta que el Sábado de Gloria, don Carnal, al lado de su mejor aliado, don Amor y de don Almuerzo y de doña Merienda, es liberado, y entra por la ciudad sobre un carro musical que representa su avasallante victoria.
Esperamos dichosamente a don Carnal con todas sus cosas de la carne. Esperamos que Don Virus lance ya su corona y nos devuelva la esencia del festejo con sus roces y sus fanfarronadas de bar y sus cochinillos asados y su tinto convenientemente brindado desde muy cerca, como solo nosotros sabemos.