No podemos seguir autoengañándonos con falsas premisas e ideas preconcebidas, hay que mirar y ver el todo que se ofrece.
La carne. Contemplo que todas las religiones le tienen tirria a la carne y al pelo, una por impía y otro por voluptuoso. Rapan pelo, tapan pelo, inventan turbante, toca, peluca, burka, pero el pelo debe quedar oculto. La carne también es pecaminosa, es pagana, celebratoria, ahora también antivegana. La carne es el delito emplatado de matar y matar no se lleva bien en la actualidad, a menos que no sea en misión quirúrgica de guerra, a menos que no sea en misión de cooperación. Tenemos un problema en occidente con la muerte, con la nuestra y con la de los animales. La nuestra se vela, se tapa, se cubre, se esconde, se hospitaliza. La de los animales también, solo que se hace jamón con 30 % de carne, se hace aséptica en bandejas de poliespán retractilado. Nadie asiste a esa muerte, nadie asiste a los desperdicios de la parte de atrás de las carnicerías. Se tira porque no se come: esto no se demanda, aquí nadie quiere un bazo, nadie quiere un esófago, solo queremos chuletones bien madurados porque la moda es tirana. Solo el saber puede ir más allá de la moda sectaria, solo sabiendo se sale de lo impuesto y, hete aquí, a Xesc Reina intentando contarnos cómo sobrevivir a un mundo con menos muerte en tanto que más aprovechada.
Saber aprovechar todo de un animal es matarlo un poco menos, cuidar un poco más el entorno.
Él es carnicero, el carnicero tiene en su delantal el delito por escrito, pero, saber aprovechar todo de un animal es matarlo un poco menos, cuidar un poco más el entorno. No sabemos el proceso, pero todos opinamos con el prejuicio y velamos por nuestros tiernos animales con un ojo cerrado y otro puesto en la parrilla. Creo que debemos empezar a pensar, de verdad, en consumir con cierta ética, con cierta honestidad y debemos empezar desde ahí, haciéndole caso a los que saben. Conservar para consumir más despacio en el tiempo y menos veces, saber aprovechar. Para eso son necesarios libros como Porca miseria. Los oficios de la carne, nos recuerdan de dónde venimos, cómo somos, qué hacíamos y por qué y por dónde vamos. No podemos seguir autoengañándonos con falsas premisas e ideas preconcebidas, hay que mirar y ver el todo que se ofrece. Si cuando abras el libro, te sorprende ver que el cerebro de un cerdo es diminuto y que, sin embargo, el hígado es gigante, piensa bien en lo que no sabes y por qué. En un futuro habrá gente que no sepa qué es una gallina, pero se la comerá igualmente. No saber es siempre desalentador.
Detrás de cada plato, hay una historia que no debemos ignorar.
Aprende y después concluye, no cierres un libro nunca porque no puedas ver lo que tiene por dentro, lo que los animales tenemos por dentro. Aprovechémoslo todo, porque toda enseñanza esconde un reconciliarse con el mundo, aunque no comas carne, aunque lleves la toca puesta; a veces hay que llevar el pelo suelto y catar la casquería. Quien lo probó, lo sabe.