
Kohaku significa “ámbar” y tō quiere decir “azúcar”, y juntas forman el nombre de unos de los dulces japoneses más encantadores: los kohakutō. Estas pequeñas delicias parecen auténticas gemas comestibles, con colores vibrantes y una apariencia cristalina que captura la luz como si fueran piedras preciosas.
Su magia comienza con ingredientes sorprendentemente simples. Recién preparados, los kohakutō son transparentes y tienen una textura tierna y gelatinosa. Pero, con el paso de los días, ocurre la transformación: la superficie se cristaliza, volviéndose ligeramente crujiente, mientras el interior permanece suave. Ese contraste de texturas es lo que los hace irresistibles.
Los kohakutō son un dulce tradicional que se remonta al período Edo, y han perdurado hasta hoy no solo por su sabor, sino por su estética tan kawaii como elegante. En el libro Dulce Kawaii se presentan como un regalo ideal para sorprender a personas que iluminan tu vida como estos pequeños cristales y para esa persona a la que le brillan los ojos cuando le hablas de Japón.
Un bocado delicado, un gesto bonito y un toque de magia japonesa: así son los kohakutō.

Ingredientes
- 400 ml de agua
- 1 cucharada de agar-agar
- 550 g de azúcar blanco
- Colorantes alimentarios (por ejemplo: amarillo, azul y verde)
- Aceite de girasol para engrasar
ELABORACIÓN
01 En un cazo, lleva a ebullición el agua junto con el agar-agar sin dejar de remover. Reduce a fuego medio y mantén la cocción durante 5 minutos, mezclando constantemente.
02 Añade el azúcar y remueve hasta que se disuelva por completo. Retira del fuego y vierte la mezcla en un molde de unos 15 × 20 cm, previamente engrasado con aceite de girasol.
03 Agrega unas gotas de colorante, deja reposar unos minutos y remueve con un palillo para crear un efecto marmolado. Deja que se enfríe hasta que empiece a endurecer y, después, llévalo al frigorífico durante 1 hora para que se solidifique por completo.
04 Desmolda y corta con un cuchillo o rompe a mano en trozos irregulares. Puedes comerlos de inmediato, aunque están más ricos una vez secos y cristalizados. Colócalos en una bandeja cubierta con papel de horno y déjalos reposar en un lugar fresco y seco durante varios días (hasta 1 semana), o hasta que estén secos y cristalizados por fuera. Dales la vuelta de vez en cuando para que toda la superficie se airee. Una vez secos, puedes conservarlos hasta 1 mes.




